Día de muertos

Un día como cualquier otro

Ese día se levantó a la fuerza, desanimada, arrastraba los pies por inercia y con el deseo de regresar al sueño. Hacía tiempo que no sentía tanto cansancio. Le dolían todos los huesos pero trabajo es trabajo y no quedaba más remedio que hacerlo. Se echó un poco de agua para terminar de despertar pero la imagen que el espejo le devolvió la deprimió aún más. No desayunó ni encendió la televisión para no escuchar las noticias. Se creía de carácter fuerte pero últimamente la carga se ha vuelto tan fastidiosa, casi intolerable, que ya está pensando en renunciar; es una molestia que se le prende a la nuca como una pesada ancla. Con desgano, haciendo un esfuerzo extra, tomó su herramienta y salió volando hacia el pueblo de Los Reyes. El sol estaba asomándose allá detrás de unos árboles, una fresca neblina le daba a la penumbra del amanecer un toque funerario. De su ropaje, extrajo una tableta electrónica para revisar su agenda.
            Caso número uno. La noche anterior fue localizado el cuerpo desmembrado de un hombre en el barrio de San Martín. Los responsables de la ejecución dejaron sobre el cadáver un cartón con la frase: “por ser gente del Jhonatan y por chiva”.
Caso número dos. Más tarde, alrededor de las tres de la mañana, el cuerpo de una mujer de aproximadamente 25 años de edad fue localizado en un terreno baldío de la avenida Lázaro Cárdenas, en la colonia La Guadalupana. La víctima murió de un disparo en la cabeza.
Caso número cuatro. Como a las cuatro, una llamada anónima reportó a las fuerzas policiacas la ejecución de tres jóvenes en el centro del pueblo. Los cuerpos de las víctimas fueron encontrados encerrados en la cajuela de un taxi al que aparentemente trataron de prenderle fuego.
Caso número cinco. Más o menos a la misma hora, un hombre disfrazado de payaso fue asesinado con arma de fuego por hombres que circulaban a bordo de una motocicleta, en el cruce de las calles Niños Héroes y Bugambilias de la colonia Los Ángeles.
Caso número seis. Hoy, antes de que saliera el sol, los vecinos de un campo de futbol de la colonia San Mateo, reportaron el hallazgo del cadáver de un hombre dentro de una bolsa negra. El cuerpo estaba doblado por la mitad, con las manos y los pies atados con cinta canela. Hasta el momento de escribir esta nota, se desconocía la identidad del occiso.
Caso número siete. A las seis de la mañana, hombres armados llegaron hasta un departamento del Infonavit donde asesinaron a un anciano, a una mujer y a un bebé de aproximadamente un año de edad. Otra mujer sobrevivió y fue llevada al hospital de La Santa Cruz. Más tarde, como a las siete, un sujeto armado entró al hospital y remató a tiros a la mujer herida cuando era atendida por personal de la institución. Los paramédicos indicaron que varios hombres descendieron de una camioneta negra y que uno de ellos ingresó para disparar a quemarropa sobre la paciente. En esta acción un camillero recibió un impacto de proyectil de arma de fuego, por lo que fue atendido en el mismo nosocomio, donde se determinó que “se encuentra en estado crítico”.
Un día como cualquier otro, piensa. El sol todavía no calienta la mañana pero ya siente el ajetreo reflejado en las coyunturas. Mira su reloj y apenas son pasaditas de las siete, se sienta en una banca afuera del hospital. Todavía no sabe qué va a hacer con el camillero. Los hombros caídos, la cabeza baja sostenida con las manos, los codos apoyados en las piernas; de nuevo el tedio infinito y otra vez el sentido del deber que la levanta. De la túnica negra sale una mano huesuda, con la falange del índice desliza hacia arriba la pantalla de la tableta una y otra vez para revisar la interminable lista de compromisos en su agenda de hoy. “Mejor me voy a ir de aquí para que se salve el camillero”, piensa ella.


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