El placer de leer

O. Henry o el placer de escribir/leer cuentos

Aprovechando los días feriados de la Semana Santa me fui a dar una vuelta por la contaminada ciudad de México (antes DF) y me llevé de paseo el libro de cuentos Historias selectas de O. Henry (Grupo Editorial Tomo, México, D.F., 2010). Debo confesar que muy poco conocía de este autor norteamericano que vivió a fines del siglo XIX y principios del XX, pero era lo que estaba a la mano y se ganó su lugar en la maleta. Ahora debo decir que fue una afortunada elección.
Este volumen está compuesto por 26 de sus innumerables relatos que a lo largo de una azarosa vida escribió William Sidney Porter (1862 – 1910), quien escribió con el seudónimo de O. Henry. El escritor cultivó principalmente el género de la narrativa breve que en el mundo anglosajón llaman short stories, y aunque se le conocen algunas novelas, lo que le dio popularidad fueron los relatos breves que escribió semanalmente para el periódico New York World, así como para diversas revistas. A partir de algunos de sus cuentos y personajes emblemáticos, se produjeron películas con diversos resultados. Por ejemplo, él fue el creador del Cisco Kid, vaquero notable que ha sido estrella en más de una película hollywoodense.
Varias características hacen de sus cuentos lecturas agradables. En primer lugar está el manejo de la prosa por medio de elementos y artificios que no sé bien a bien identificar pero que otorgan a los textos un ritmo y una composición del conjunto semántico que le permite fluir con facilidad; en segundo lugar está la agudeza mental del autor para definir imágenes literarias que a la vez de simpáticas pueden ser profundas y reveladoras; en tercer lugar están los giros inesperados que sus historias presentan a lo largo de las historias, especialmente en los finales. Pero quizá la mayor virtud de sus relatos está en resaltar que aun dentro de lo rutinario de la vida ordinaria existen la magia y la fantasía si sabemos encontrarlas.
El tono de sus cuentos invariablemente fue de humor, a veces ácido, a veces negro y en ocasiones simplemente ligero, pero siempre ironizando con los pequeños detalles de la vida. Tal parece que tenía facilidad para escribir (algo que todos quisiéramos) dada la obligación de entregar un cuento cada semana. Sus relatos, aunque están esparcidos en varios libros, se pueden agrupar principalmente en dos: los que suceden en la ciudad (realmente en la ciudad de Nueva York) y los que toman lugar en las praderas del suroeste de los Estados Unidos, en las inmediaciones de la frontera con México. 
Aunque sus obras hayan sido escritas hace más de cien años, su temática no parece envejecer ni estar fuera de lugar en el siglo XXI. El escritor disponía de una aguda percepción de los detalles de la naturaleza humana, algo que le permitió reflejarla en personajes memorables cuyas vidas eran manipuladas por un destino que sólo interviene para dar vuelcos irónicos al final de cada historia.
Quizá su cuento más famoso es el intitulado El regalo de los Reyes Magos, indudablemente bueno, pero a mí me gustó otro cuyo título es El péndulo. Lo anexo al final para el que guste de leerlo.
O. Henry es una lectura recomendable para quien desee escribir cuentos, para el escritor novel que desee descubrir su “voz narrativa”, o simplemente para el lector que tiene que viajar o permanecer en una sala de espera durante mucho tiempo.


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