Letras tabasqueñas

El arquitecto llegó y tomó pozol agrio en ayunas. Ni modo, tuvo que quedarse a vivir en Tabasco.

La más reciente obra de Mario De Lille es un libro de microrrelatos dirigido al público infantil. Lleva el sugestivo nombre de “Mini-animalismos del trópico. Cuentos brevísimos de animales de Tabasco… y anexas” porque en él se habla de la fauna más representativa de nuestra región con pocas palabras. Por sus abigarradas páginas desfilan con ligereza chombos, cuijas, piguas, chaquistes y otros conocidos animales de nuestra vida diaria.
Se trata de una obra profusamente ilustrada y multilingüe, compuesta por 41 minicuentos donde se narran las alegrías y las tristezas de estos seres que, aunque presumen de ser irracionales, se comportan como seres humanos. El superlativo “brevísimo” no está de más: los relatos difícilmente rebasan las veinte palabras, con las cuales el escritor conforma un espacio reducido pero suficiente para cumplir la misión de transmitir las imágenes e ideas necesarias para que un lector básico capte el dramatismo de la vida que se desarrolla en nuestros patios, ríos y pantanos.
Como siempre, Mario De Lille agrega notas de humor en sus escritos que no escatiman seriedad al texto. En esta ocasión, el tono viene complementado con el colorido de las palabras, las ilustraciones frescas e inocentes que nos trasladan hasta el aula de nuestros primeros años escolares. Se aprecia en el trabajo de producción la presencia de un equipo multidisciplinario que agregó forma y color a los microcuentos.
Mario posee una mente creativa, siempre en ebullición, siempre con propuestas frescas y novedosas que transforman la realidad circundante por medio de una ficción enriquecedora. Estos son los cuentos de la selva exprimidos hasta quedar en su esencia (el mensaje en forma de telegrama, la prosa sencilla y básica como de anuncio clasificado) que se acercan cautelosamente, por medio de pasos laterales, a la poesía.
Un libro que podrá ser apreciado por niños, adultos y zoólogos de diversas latitudes como Francia, Italia, Brasil, Japón y Tapotzingo, quienes seguramente extraerán de sus páginas diversas enseñanzas del comportamiento animal. Aunque, creo, el objetivo de Mario no es tanto fortalecer la biología sino promover la literatura, algo que logra con una mezcla de inocencia y dramatismo.
Los pequeños textos (que bien podrían llamarse textículos) del autor contienen en forma condensada tramas, atmósferas y personajes de historias que el lector deberá aprehender, aquilatar y desarrollar hasta crear una historia completa. No es nada nuevo, las buenas historias siempre dejan una parte de la construcción a quien las está leyendo, quizá la diferencia aquí es que los asideros son escasos y breves. Tomemos, por ejemplo, el cuento número 7:
Por andar de peleoneros, les quitaron las alas al sapo y a la rana. Por eso nada más se les ve dando de brincos y más brincos.
Este minicuento tiene una estructura clásica: planteamiento, desarrollo y desenlace. La trama se caracteriza por el conflicto existente entre dos personajes visibles más un tercero que no se menciona explícitamente pero que es el generador del drama y un elemento importante que va tomando relevancia a medida que avanza la narración.
Después  de unos breves antecedentes (por andar de peleoneros), la historia entra de lleno al nudo, la tragedia, cargada con gran tensión (les quitaron las alas al sapo y a la rana). Se adivina que existe ahí un conflicto soterrado con un ser superior a los protagonistas porque esta entidad inefable decide imponer su autoridad y castigarlos en forma ejemplar (es evidente que corre entre líneas una historia paralela, de la cual el autor solo nos deja ver la puntita pero que es muy importante en la explicación del misterio). Todo lo anterior nos va llevando a un final que, no por ser natural, es menos dramático. En esta parte, la acción ha llegado a su clímax para luego deslizarse –casi imperceptiblemente–, hacia un final insospechado y sorpresivo (Por eso nada más se la pasan dando de brincos y más brincos).
No es la primera vez -y seguramente no será la última-, que Mario De Lille cultiva la microficción y siempre lo ha hecho con facilidad y soltura; o como diría Francisco Payró, con desparpajo. Las diferencias entre sus anteriores escarceos y este último producto es que ahora el destinatario es más joven y más exigente; no tiene las deformaciones de la edad y, por ende, requiere de más literatura y menos subterfugios. Aquí no se puede experimentar sin riesgos, es necesario cuidar que las imágenes antropomorfizadas de los animales no caigan en la caricatura, sino que deben apegarse a las reglas siempre complejas de la brevedad.
Debemos felicitar a Mario De Lille, y  a su equipo de producción, por habernos otorgado esta primera colección de mini-animalismos del trópico, a la cual, estoy seguro, se sumarán próximas entregas con nuevos héroes (auténticos sobrevivientes)  de nuestra casi extinta vida animal.
 

Comentarios

  1. Regálale ese libro a Maxi para que su mamá se lo lea

    ResponderEliminar
  2. Me gustó su texto sobre el libro, tiene humor y eso se agradece!! Saludos y salud!!
    Juan de Jesús López

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Bienvenidos los comentarios...

Entradas populares de este blog

Once escritores en busca de un foro

Letras tabasqueñas

Día de muertos