Romper la camisa de fuerza

La mente de Bruno Estañol
Como dije en mi anterior texto, el otro libro que apareció este año en México sobre el tema de las motivaciones y mecanismos que producen una obra de arte en la cabeza de un creador es el del tabasqueño Bruno Estañol, La mente del escritor, publicado bajo el sello conjunto de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco y Ediciones Cal y Arena.
Esta colección de ensayos, escritos por un neurocirujano amante de las letras, están enlazados por un denominador común: la inquietud por esclarecer qué está pasando en el cerebro antes y durante el proceso creativo. Estañol no solo habla de creatividad artística (donde incluye todas las ramas del arte) sino también nos proporciona un vistazo sobre el trabajo de varios científicos.
Aunque todo el libro es interesante, lleno de citas que refuerzan la argumentación y se despliega con rigurosidad las formas del ensayo científico, en cada línea brinca el espíritu del escritor de ficción que trata de entrometerse en la mente del científico. Un hombre buscando crear nuevas ideas “dentro de la camisa de fuerza de la brevedad”, como él mismo lo define.
El proceso de invención o descubrimiento de una historia, por parte de un escritor, es un buen tema de discusión. ¿La historia se inventa -es decir se crea por primera vez- o se descubre -o sea que ya existía antes del escritor-? Estañol opina que algunos escritores inventan de novo sus narraciones, aunque no cree que sean totalmente novedosas, más bien la novedad está en la forma de contarlas. La mayoría de los narradores usan sus experiencias, su memoria, sus lecturas, sus conocimientos para formar una historia con una mezcla de imaginación, recuerdos y técnicas narrativas.
Este proceso tiene muchos matices y es diferente de una persona a otra; sin embargo –él cree– que en su mayor parte se trata de un fenómeno inconsciente que se presenta de manera incidental al confluir diversos factores. En cualquier caso, casi siempre se trata de historias en las que el escritor ha pensado durante largo tiempo, a veces años, hasta que terminan por instalarse allá en el subconsciente y de ahí al papel hay sólo un paso, aunque ese último y definitivo paso requiere de un disparador (en general, el asunto sigue siendo un misterio). La idea suena muy coherente para cualquiera que conoce esa sensación de traer la idea de un cuento o de un poema girando por la cabeza sin encontrar la forma de materializarlo.
El proceso de creación literaria está ampliamente discutido en su libro. Aprovechando sus conocimientos del cerebro, como buen neurocirujano que es, nos describe varias hipótesis, desde las teorías sicoanalíticas hasta las basadas en la biología. En cualquier caso lo describe como un proceso multifactorial en donde intervienen aspectos como la memoria, el inconsciente y hasta el azar para dar origen a una obra de arte. Hay una breve referencia a la escuela psicoanalítica que explica la creatividad como “una sublimación de impulsos sexuales o agresivos”. Para los de la escuela cognitiva, el truco está en poseer un cerebro que sepa asociar ideas y acceda al pensamiento “divergente” o lateral. Existe también una teoría biológica que explica el talento y la creatividad básicamente por culpa de los genes, es decir, como fruto de la herencia.
Como un buen lector y apasionado de los cuentos, Estañol Vidal discurre sobre algunos de los conceptos manifestados por los grandes autores de la narrativa corta. Borges, Poe, Chéjov, Conrad, Cortázar y otros nos dejan volver a oír sus sesudas opiniones sobre el secreto del bien escribir, los sacrificios y la vocación. A través de la comparación de los estilos trata de obtener respuesta a sus preguntas, para alcanzar una conclusión muy similar a las de Jorge Volpi, “la génesis de un cuento tiene que ver con los conflictos internos del escritor, que se resuelven por complejos mecanismos de simbolización inconscientes, que a su vez hablan al inconsciente del lector”. Me parece una idea muy afortunada.
Dos capítulos nos muestran al escritor en su esencia: En “Cómo escribo” reflexiona sobre sus experiencias como escritor. Comprueba, asombrado, que se puede crear todo el tiempo aun en el estrecho campo de la no ficción. Ante la pregunta, ¿cómo se le revelan las historias?, responde: en la duermevela, caminando por un bosque, leyendo, platicando. Parece que deben existir ciertas condiciones de soledad y comunicación interior que conecten los circuitos y lleven a la energía por nuevos trayectos hasta aterrizar en otras neuronas a donde nunca habían ido. Todo parece que esta pregunta seguirá en el campo de las conjeturas. Concluye esta parte con la afirmación de que tiene en su interior un mundo intransferible y secreto del cual extrae sus historias.
El otro capítulo muy personal es el que habla sobre la vocación literaria. Escribir es el oficio de soñar, trabajar en solitario para poder ver lo que otros no ven; educar la memoria para tomar de ella lo que se necesita en cada relato, para combinar recuerdos y obtener nuevas historias. Escribir como vocación, sin posibilidades de retirarse. Hay una serie de descripciones, casi siempre penosas, sobre las vicisitudes por las que pasan quienes se dedican en cuerpo y alma al arte de escribir. Para el escritor promedio, la disyuntiva es amarga: dedicarse a escribir y ganarse la vida haciendo algo más, algo que probablemente no tiene que ver con su vena artística.
El autor frontereño hace gala de una amplia erudición producto de sus lecturas e investigaciones que han abarcado diversos campos de la literatura y de la ciencia. Con la lectura de este libro uno se reconcilia con los autores clásicos que nos han hecho disfrutar y vivir las historias más apasionantes construidas por el ser humano. ¿Cómo funciona la mente del escritor? No hay respuesta, no hay conclusiones, sigue siendo una caja negra a la que solamente nos asomamos por sus productos y resultados. La ciencia neurológica aun tiene mucho por estudiar para llegar a desentrañar este misterio. En cualquier caso, no nos urge tanto conocer los insondables arcanos de la mente sino encontrar el talento (y el tiempo) para escribir esa obra maestra que siempre andamos buscando.

Comentarios

  1. Mi querido ingeniero, sólo un detallito en su afortunada reseña: el maestro Estañol tiene como segundo apellido el Vidal, no el Paz, como usted asienta. Un abrazo grande.

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